En la vida, Baby, lo más triste no es despedirse,
sino no saber hacia donde ir.... Y lo más triste
no es despedir al que se va sino no saber dónde y para qué te quedas.
Si toda la vida es un camino, y si toda la vida
es un búsqueda, acéptalo aunque te duela, porque toda la vida es una despedida.
Y solo aprendiste a vivir cuando aprendiste a despedirte.
Y no habrás aprendido a caminar en libertad,
buscando lo no alcanzado, mientras no te hayas despedido de lo andado y lo
logrado.
Despedirse es condición de todo lo que se mueve
en el tiempo.
¿Cómo estarías viviendo hoy sin haberte
despedido del ayer? ¿Como quisieras vivir tu mañana,
sin despedirte de tu hoy?
Pero presta atención, Baby, que No es lo Mismo
Dejar que Despedirse. Todos Vamos Dejando, pero No
Todos Nos Despedimos. Los animales se dejan,
se separan. Las personas pueden hacer algo más que los robots programados...
despedirse. Porque lo dejado sin despedida,
puede estar ausente o alejado en el espacio, pero sigue adherido al corazón,
quitándote la libertad que necesitas para vivir tu presente.
Tu primer alejamiento sucedió cuando naciste;
es lo primero que perdiste o dejaste, el seno de tu madre, cuando todavía no
estabas capacitado para despedirte. Por eso dicen por
ahí que mientras no te hayas despedido, guardas en lo profundo una secreta
nostalgia y un oculto deseo por regresar.
Y el camino de la vida así comenzado, con una
perdida y una despedida se hace un largo peregrinar con llegadas y partidas. Si, eso es Crecer. Hermoso Desafío el de Acercarte a la
Madurez y la Plenitud de Ser tu Mismo.
Pero crecer es doloroso, Baby, como lo fue tu
nacimiento. Por eso cuantas personas se detienen y no quieren crecer, porque
les cuesta despedirse. Dejar de ser el niño protegido, para entrar en las
aguas turbulentas de la adolescencia conflictiva. Duele dejar la adolescencia descomprometida, para asumir
la juventud con exigencias y responsabilidades. Duele aceptar la madurez adulta, renunciando a la
juventud eterna. Duele envejecer sintiendo
que se acerca el momento de lo último, para celebrar festivamente el encuentro
final.
La libertad y la valentía que no tienes para
despedirte de todo lo dejado y lo perdido, son la libertad y la fuerza que te
faltan para seguir andando. Despídete de tus
Padres, y cuídate de ti mismo, haciéndote responsable de tu vida. Despídete de los hijos que ya no te necesitan, y déjalos
ser libres.
Despídete... Deja correr el río de la vida,
llevándose las aguas que estás viendo para que tengan lugar ante tus ojos las aguas
que no viste todavía, y que ya están viniendo... Y en ese sentido de la vida
tienes que programar tu chip hasta que se quede completamente oxidado y ya no funcione.